miércoles, 30 de julio de 2014

El coche más raro del mundo: Phantom Corsair

A mediados de los años treinta, la revista Esquire dedicaba un amplio artículo al que tituló 'El coche del mañana'. Fruto de un capricho visionario, el Phantom Corsair protagonizó una película en 1938, en la que fue rebautizado como "Flying Wombat". Protagonizada por Paulette Godard y Douglas Fairbanks Jr., The young at heart mostró desde Hollywood un vehículo que aún hoy en día hace arquear las cejas a propios y extraños cuando sale en rarísimas ocasiones para concursos de elegancia del museo del automóvil de Reno (Nevada), donde se guarda celosamente.
 
Pero si este aerodinámico automóvil sigue siendo insólito por su diseño, no lo es menos por su origen y posterior historia. Rust Heinz era el hijo del multimillonario H.J. Heinz, fundador y propietario de la compañía que lleva su nombre, dedicada a la fabricación de ketchup y mayonesa.
Rust era por entonces un joven ingeniero, formado en Yale, que se había especializado en diseño naval y realizado ya unos cuantos revolucionarios barcos a motor. Apasionado del automóvil, decidió crear el "coche perfecto" según sus propias ideas.
Para ello se hizo con los servicios de Bohmann & Schwarzt, los más famosos carroceros de Norteamérica, establecidos en Pasadena. Su impetuoso proyecto no gustó a su padre, que se negó a financiar la aventura. Pero el entusiasta Rust convenció a una excéntrica tía suya para que le pagara las onerosas facturas.


 

Como un avión

Partiendo de un chasis y el motor de un Cord 810, en menos de un año, el supercoche americano estaba ya casi terminado, 25.000 dólares mediante gracias a los cheques de la tía millonaria. El resultado fue un automóvil digno de un cómic de Flash Gordon, que podía alcanzar con facilidad los 200 kilómetros por hora, con seis plazas (cuatro delante y dos atrás) y cuyo interior se anticipaba a los tiempos, estando recubierto de aislantes paneles de corcho y caucho que buscaban el efecto de los modernos airbags. El salpicadero era como el de un avión, las puertas se abrían automáticamente al apretar un botón y los cristales estaban tintados. La seguridad se reforzaba además con parachoques hidráulicos que amortiguaban el efecto de las colisiones, equivalente a la técnica actual de estructura deformable.
 
Desde sus primeras pruebas, el Phantom Corsair reveló importantes deficiencias. A su motor 4.7 V8 Cord-Lycoming no llegaba aire suficiente para refrigerarlo por las pequeñas persianas delanteras y el conductor no veía apenas por las minúsculas ventanillas, problema agravado por no disponer de ningún retrovisor.
 
Después de una serie de modificaciones, el Phantom Corsair fue presentado finalmente en el Salón de Nueva York de 1939 y se ofrecía por encargo a un precio de 12.500 dólares de la época, una fortuna que desanimó al más pintado ya que no se recibió ningún pedido. El que iba a ser el coche más revolucionario murió ese mismo año con su creador, Rust Heinz, que fallecería a resultas de un accidente de automóvil.
 
En 1945 la familia se desembarazó por casi nada del Phantom Corsair y desde entonces estuvo dando vueltas por ferias y subastas. Desde entonces ha tenido innumerables y adinerados propietarios, incluso siendo rediseñado en 1951 por Albrecht Goertz, el padre del BMW 507, que reformó la parte delantera y lo dotó de un techo Targa. Más tarde se restauraría en el museo de Pasadena para devolverlo a su estado original (excepto las mejoras que realizó en la problemática refrigeración y el techo descapotable).

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