Desde su salida de fábrica, este PV 544 ha experimentado sucesivas transformaciones dirigidas por sus dos propietarios en aras de otorgarle un carácter de auténtico coche de carreras. La propia Volvo facilitó el primer paso. Luego, algún que otro afinamiento ha obrado maravillas.
De siempre, seguridad y robustez han sido los valores que más ha tratado de alimentar Volvo para vender sus coches. Pero para introducir mejor al protagonista de estas páginas, hemos de añadir que la competición también supuso un acicate en sus programas de márketing, sobre todo durante primera mitad de los años sesenta. En aquel tiempo, el PV 544 demostraba en Europa, Norteamérica y Africa que podía ser tan duro y fiable en terrenos difíciles como rápido y ágil en carreteras llanas. Prueba de ello son los campeonatos europeos de rallye ganados por Gunnar Andersson (1958 y 1963) y Tom Trana (1964) y la rotunda victoria de los hermanos Jaswant y Joginder Singh en el exigente Rallye Safari Africa Este de 1965.
Estos triunfos y los conseguidos en pruebas de resistencia en Estados Unidos, como las 10 Horas de Lime Rock en 1957 y 1962 y las 12 Horas Marlboro en 1962, además de dar prestigio, le sirvieron al fabricante sueco para que la demanda del modelo se multiplicase a ese y a este lado del Atlántico. Y no sólo eso. Tal número de peticiones recibía que, en colaboración con el departamento de competición, la dirección de Volvo tomó la sabia (y rentable) decisión de suministrar equipos de preparación y efectuar oficialmente en sus talleres transformaciones deportivas.
Es el caso de este, aparentemente, dócil ejemplar. Su historia comienza en 1964, cuando José Casanovas, quien poseía entonces una concesión de Volvo en Cataluña, lo adquiere para su uso personal. Concretamente, se trataba de un PV 544 equipado con el motor B18 de, como indica el código alfanumérico, 1,8 litros y 80 CV.
Durante diez años, José lo utiliza para sus desplazamientos cotidianos. Al cabo de ese tiempo, otros modelos más modernos lo relevaron de ese cometido. Es entonces cuando, en lugar de desprenderse de él, su dueño decide otorgarle nuevas funciones, esta vez más lúdicas, tras someterle a una profunda reforma mecánica.
Solicitado directamente a fábrica, le sustituye el motor original por un B20 (de dos litros), modificado con el kit deportivo R Sport que elaboraba la propia Volvo. Este equipo incluía culata, conductos, válvulas y colectores especialmente preparados, un árbol de levas con mayor cruce y dos generosos carburadores dobles Solex de 45 mm. Sobre el papel, esta transformación debía desarrollar cerca de los 180 CV por encima de las 6.000 vueltas, o sea, un incremento de potencia entorno a un 53 por ciento con respecto a las especificaciones del B20 de serie (118 CV) y un ¡125 por ciento! en relación con el motor original.
Para digerir y transmitir con cierta eficacia tamaño aumento de potencia, el tratamiento revitalizador continuaba hacia la transmisión y las suspensiones. El kit contemplaba un volante motor aligerado, un cambio de relación cerrada y la instalación de una pareja de amortiguadores en cada rueda delantera y una barra estabilizadora más gruesa.
Con este misil, José participó en numerosas carreras en cuesta durante los setenta, logrando clasificaciones muy dignas. Luego, el coche fue cuidadosamente aparcado junto a otras piezas de colección de la familia, y sólo se le sacó de su letargo con ocasión de alguna que otra concentración deportiva en el circuito de Montmeló, donde se midió y superó a otros históricos de mayor enjundia.
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