No es un automóvil superpotente ni muy veloz, pero tiene unos aires de lo más deportivos. Sus líneas son atractivas y resulta agradable de conducir. Una eficaz combinación que Fiat ofertaba en su día para colmar las aspiraciones de los deportistas más modestos.
En realidad el 514 fue un utilitario bien concebido para su tiempo. Un coche sencillo, pero robusto, que resultaba económico de adquisición y mantenimiento. Sus 28 caballitos podían transportar hasta cuatro pasajeros con una velocidad media de 60-70 km/h, muy aceptable aún para coches mayores en aquella época. Con una concepción mecánica sumamente tradicional, tenía motor delantero y tracción trasera, chasis independiente, ejes rígidos y frenos de tambor a las 4 ruedas accionados mecánicamente. Aparte del motor, sencillo y fiable, su punto fuerte era una caja de cambios con 4 velocidades bien escalonadas, que permitían a un avispado conductor aprovechar al máximo la reducida potencia.
Según la inveterada costumbre de Fiat, el 514 se ofertaba con una gran variedad de carrocerías, cerradas y también descapotables, con 2 ó 4 puertas. En el estilo de todas ellas se nota un cierto aire norteamericano que afectó a los diseñadores de Turín por aquel entonces. El cliente podía elegir desde la clásica berlina con 3 lunas laterales hasta un deportivo spider, pasando por diversos sedanes, coupés, cabriolets y torpedos. Aunque hoy día pueda parecernos chocante, las versiones de conducción interior eran las más caras. El ejemplar que ilustra nuestro reportaje es el spider, un tipo de carrocería también llamada roadster en la terminología angloamericana. Como pueden apreciar, se trata del descapotable de 2 puertas y 2 plazas con una cola que cae en forma curvada. A diferencia de los cabriolets, los roadster carecían de elevalunas y cristales en las puertas y además solían tener los parabrisas postizos e incluso abatibles, como en presente caso. La mayoría de estos modelos llevaban un asiento oculto en la parte trasera para poder alojar a otros dos pasajeros suplementarios. Se denominaba popularmente "asiento de la suegra" y también "ahítepudras". Tiene una disposición muy ingeniosa y aparece al abrir la tapa del maletero, que sirve de respaldo. Su acceso, que requiere cierta agilidad, se efectúa por medio de dos apoyapies o pequeños estribos situados uno sobre el parachoques trasero y el otro en el guardabarros correspondiente.
Sigamos con nuestro spider. Desde luego no podemos dejar de criticar esa combinación de colores verde y rojo, más propia de un loro amazónico que de un auto antiguo. A este respecto no nos cansaremos de recomendar la búsqueda de los colores originales cuando se trata de restaurar un vehículo. También sería recomendable restituirle los faros originales, que no son difíciles de conseguir, pues monta unos JBH (José Biosca Hermanos) de fabricación española. Por lo demás, conserva un alto grado de originalidad y se le ve en buena forma. No es un deportivo veloz, pero es atractivo, resulta agradable de conducir y puede proporcionar a sus propietarios muchas satisfacciones. Hoy día, cuando la afición está obsesionada con los supercoches de 8 y 12 cilindros, es bueno romper una lanza a favor de estos benjamines, pues siguen siendo prácticos, bonitos y también contribuyeron a hacer nuestra historia.