Aerodinámico, de diseño moderno, con motores muy actuales y, sobre todo, con un precio acorde a lo que ofrecía. El Opel Calibra rompió moldes cuando se presentó al mundo allá por 1989. Un coupé que supo dejar huella.
Aunque en esta sección solemos hablar de coches con más de dos y tres décadas a sus espaldas, hoy hemos decidido abrirle las puertas a todo un 'youngtimer' de finales de los 80 ó, más bien, principios de los 90, que revolucionó el mercado de los coupés de la época. Se trata del Opel Calibra, que precisamente ahora cumple 25 años de vida. Y, ¿qué mejor regalo para celebrarlo que hacer un repaso a su historia?
Corría el año 1989 cuando Opel presentaba en el Salón de Fráncfort un modelo de aspiraciones deportivas, con corte coupé y configuración 2+2, que, además de resultar muy atractivo a la vista por su moderno diseño, se convertía en el coche más aerodinámico de su segmento gracias a su Cx de 0,26. Sin embargo, el Opel Calibra no había nacido de la nada, ya que tanto la plataforma como los motores los tomaba prestados de su hermano el Opel Vectra. El hecho de heredar el esqueleto de una berlina anticipaba sus pretensiones ruteras y más bien prácticas, que se anteponían a la deportividad más pura. La idea era poner en la calle un coche llamativo y divertido de conducir, pero a la vez nada radical y sí cómodo, razonablemente amplio y bien equipado.
Y así fue como el Calibra, en el otoño de 1990, aterrizó en nuestro mercado con una oferta inicial de dos motores 2.0. El primero, con culata 8 válvulas, entregaba 115 CV; el segundo, con 16 válvulas, alcanzaba los 150 CV. Si bien el de 115 CV terminaría siendo el más vendido, el de 150 CV se ganó el respeto de muchos gracias a sus prestaciones y su moderado consumo (alcanzaba los 223 km/h de punta y firmaba 7,7 l/100 km).
El resto de versiones
Pero más adelante llegó la auténtica bomba. Nos referimos a la versión Turbo, que montaba un 2.0 sobrealimentado de 204 CV, asociado a un sistema de tracción integral y a un cambio automático de seis velocidades. Estos datos bien podrían ser de un modelo actual. Sin duda, este Calibra destacaba por encima del resto de la gama, no sólo porque su potencia era más elevada, sino porque los demás se conformaban con la tracción delantera y con un cambio manual de cinco velocidades o uno automático de cuatro. Quien poseía un Turbo, también podía disfrutar de un acabado en el que no faltaban los asientos deportivos, las llantas de 16 pulgadas y ciertos elementos tecnológicos enfocados a mejorar la seguridad, como el control de tracción.
Poco después llegaría el motor 2.5 V6 de 170 CV que, probablemente, sea hoy el más aclamado de todos. Su sonido inconfundible y su sedosidad logran encandilar a cualquiera que se pone a los mandos de un Calibra. No en vano, fue el elegido para dar vida a algunas de las ediciones especiales que salieron a la venta cuando ya se acercaba el final de su producción.
Más amplio de lo que cabía esperar, el coupé alemán ofrecía cuatro plazas utilizables -las traseras no eran especialmente generosas, pero cumplían su cometido- y un maletero de 300 litros al que se accedía a través de un cómodo y práctico portón. De esta manera, el Opel Calibra se podía colgar la etiqueta de coche perfectamente utilizable en el día a día. Quizá esto fuera, en parte, la clave de su éxito. Un éxito que pilló por sorpresa a la marca, que se vio obligada a triplicar la producción prevista.
Finalmente, tras casi ocho años de vida y 238.000 unidades vendidas, el Opel Calibra se retiraba de las cadenas de montaje. Desde estas líneas felicitamos a un modelo que ya se ha convertido en clásico y que supo heredar de alguna manera la filosofía de ciertos antecesores como el Manta o el Ascona.
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