Cuando Porsche se decidió por fin a sustituír su modelo 356, presentó en 1963 el que sería su modelo emblemático e ícono del automovilismo deportivo. Con una disposición interior de 2+2 plazas, un chasis más largo que el del 356, suspensiones más modernas y un seis cilindros tipo bóxer de dos litros de cubicaje, la marca de Stuttgart dio con una fórmula perfecta que se ha perpetuado hasta hoy como paradigma de lo que debe ser un deportivo.
Sin embargo, el minuciosamente diseñado Porsche, se topó con una inesperada dificultad nada más prepararse para ser comercializado. Y no era mecánica precisamente.
Resulta que la marca Peugeot tenía registrados como propios todos los números con un cero en el centro, reservados para sus modelos presentes y futuros.
Aunque ambas firmas entablaron unas tensas negociaciones, Porsche tampoco tuvo muchos problemas en sortear esta dificultad. Bastó con renombrar el coche sustituyendo el 0 por un 1, dando así inicio a la saga 911 que lleva en activo más de medio siglo.
Cuestión de estilo
El celoso empeño de Peugeot por guardar ceros en el nombre de sus modelos ha sido una constante a lo largo de la historia de la marca francesa, fundada en 1832. Al principio, los modelos eran numerados con dos cifras, y los primeros fueron los 10, 12 o 25. Pero a partir del Salón de París de 1928, se incluyó un cero en el centro de la cifra.
La razón fue que, en esa época, todavía no existía el arranque eléctrico del motor. En algún lugar de la parte delantera, tenía que existir un orificio para introducir la palanca en el cigüeñal para hacer accionar los pistones y el encendido. En la mejor época del diseño industrial, los responsables de estilo utilizaron un cero en el nombre del modelo para disimular la antiestética y visible perforación en la calandra presidida por el león del castillo de Belfort, emblema de la marca.
Esta es la causa por la cual, incluso hoy en día, los Peugeot lleven ceros, ahora dos, en sus denominaciones.
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